El espíritu de los antiguos Chasquis, prodigiosos mensajeros de los Incas, nos había imbuido de aquel empuje necesario para recorrer y escalar aquellos caminos trazados por nuestros antepasados, desde las quebradas hasta las cumbres de los cerros. Desde la infancia habíamos imaginado aquellos paraísos escondidos en los que el verdor se luce colgado entre las nubes y las faldas de los cerros. De pronto el sueño se hizo realidad y el aroma a tierra húmeda y vida silvestre nos hizo comprender que habíamos iniciado nuestra aventura por esta privilegiada geografía.
Los campos copados con árboles de chirimoyos y paltos, las laderas
floreciendo y dando un enorme matiz de color, comunicando que la primavera
serrana esta empezando dejan un marco inigualable a pintorescas poblaciones
vigiladas por las imponentes cumbres del Curimaca y del Warichaca. Y todo tan
cerca de Lima….algo había faltado en aquella visita y aunque no se originaron
en nuestra tierra, el hecho de observar vacas trepando los riscos y las abruptas
pendientes de nuestra cordillera y alimentándose de nuestros pastos nativos
sería ya una visión frecuente que demuestra la adaptabilidad de la naturaleza y
todas sus criaturas para apropiarse del entorno y evolucionar con el mismo.
Fue así que el hombre del Ande domesticó a esta bestia foránea y desde entonces
le ha sacado todo el
provecho posible. Por eso que no hay nada más vigorizante
que regresar a casa llevando un molde de delicioso queso artesanal fabricado
por esos hábiles Collanas que lograron que su quehacer en las labores lácteas
los distinguiera nítidamente. Y todo tan cerca de Lima…aquel maravilloso sueño
no terminaría, la aventura continuaría desafiando los abruptos senderos y
empinados cañones refrescados por torrentes y cataratas que fueron moldeando la
geografía y abriendo caminos en los cerros y quebradas para deleitarnos con sus
acuíferas caídas que además nos permita refrescarnos bajo sus aguas. Y en los orígenes de aquellas torrenteras encontrar también el legado de nuestros antepasados que con el continuo ir y venir, desde Huanano hasta Chingana, nos enseñaron que aunque la naturaleza sea violenta y difícil se deja vencer si la tratamos con el respeto y la humildad que nos corresponde por ser tan solo como partículas de polvo ante su grandeza. Y todo tan cerca de Lima…también el esplendoroso marco natural que se encuentra por esos parajes nos daría la oportunidad de disfrutar de la variada y singular vegetación que allí existe y que de acuerdo a la altitud alcanzada varía y aumenta, población botánica compuesta por cactus y bromelias, margaritas y campanillas, y sobretodo las ultimas
poblaciones de orquídeas presentes cerca de nuestra ciudad y que encontraron allí el último refugio para sobrevivir a la depredación y la contaminación que viene de las ciudades.
Claro que si de disfrutar de la naturaleza se trata no pensamos en el
valle del Rimac porque creemos que todo allí es contaminación y depredación,
pero vemos que solo falta alejarnos un poco de las carreteras y encontramos esos
paraísos salpicados de verdor y variedad de vida, no solo colmados de belleza sino
también de misticismo. Es así que podemos contemplar la enigmática Cantuta,
flor en forma de campana delgado que los incas consideraron sagrada y que se
puede apreciar aquí, muy cerca de nuestra ciudad y sirviendo de entorno a
restos que recuerdan antigua civilizaciones que en las alturas de los
Marachancas supieran convivir con el entorno y aprovecharlo sin depredarlo,
lugares poblados de imponentes espíritus provenientes de las montañas y plasmados en formas pétreas y aladas a quienes los antiguos denominaron Kuntur...y todo tan cerca de Lima. Y nuestro discurrir sigue y seguirá pues vivimos en un lugar privilegiado por la madre natura, la que nos premia con un clima benigno y una variedad de paisajes que nos permiten gozar de sus bondades, contemplarla y disfrutar de estos paraísos cercanos.
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